Gabriel Veyré, el ciudadano francés que trajo el cinematógrafo Lumiere
a Cuba llegó a La Habana el 15 de enero de 1897, alquiló un local,
adquirió unas cuantas docenas de sillas, realizó las obras pertinentes
para lograr cierta velada oscuridad en la sala, y el día 23 dio una
muestra de su espectáculo a las autoridades y a la prensa.